La Brillo Box de Andy Wharlol y el fin del arte en Arthur Danto
RUBÉN H. RÍOS
El pasado 25 de octubre [ de 2013] murió en Nueva York, a los 89 años, el crítico de arte y filósofo Arthur C. Danto, conocido mundialmente por sus tesis acerca del “fin del arte” y el tránsito hacia una estética “poshistórica” luego de la exposición en 1964 de la Brillo Box de Andy Warhol (una escultura que reproducía cajas de esponjas de metal con jabón) en la Stable Gallery en la 74 East de Manhattan. En el mismo año, un poco antes, Warhol había participado en la exposición The American Supermarket junto a otros artistas, donde se mostraban latas de conservas y cortes simulados de carne. Luego, en su segunda muestra individual en Nueva York (en la primera, también en la Stable, expuso el celebérrimo rostro de Marilyn Monroe, botellas de Coca-Cola y billetes de un dólar), presentó objetos de marcas comerciales, como cajas de Kellog’s, ketchup Heinz, conservas de frutas Del Monte y las esponjas Brillo que llevaron a Danto a pensar que el arte (como lo había previsto Hegel, pero de otra manera) comenzaba la era de su ocaso. La idea, desde luego, molestó a muchos artistas y galeristas, y a críticos del modernismo como el prestigioso Clement Greenberg, uno de los principales teóricos del momento y promotor, desde mediados de los 50, del expresionismo abstracto que representaba Jackson Pollock.
De cualquiera manera, en su extensa obra Danto no dejó nunca de defender y desarrollar su tesis acerca del “fin del arte” y de provocar debates en los ámbitos académicos y, en menor medida, entre artistas y contempladores desde que en 1964 publicó en The Journal of Philosophy el ensayo The Artworld. En ese famoso texto Danto proponía una teoría institucional del arte (retomada después por los teóricos George Dickie y Peter Bürger, entre otros), en el sentido de que eran las instituciones vinculadas al arte –museos, galerías, coleccionistas, bienales, revistas, etc.– las que constituían el contexto que determinaba si una cosa cualquiera podía considerarse o no una obra de arte. Se sigue que esta teoría evocaba, años después de su publicación, el fantasma de los ready-made de Marcel Duchamp y la rueda de bicicleta como la avanzada dadaísta del “fin del arte”, lo cual para Danto no se podía comparar con la Brillo Box porque Warhol había logrado algo nada menor: suprimía la diferencia entre arte y productos comerciales o, si se prefiere, entre kitsch y arte moderno, de acuerdo con la dicotomía propuesta por Greenberg en 1939 en Vanguardia y kitsch.
Más tarde, Danto sostuvo en La transfiguración del lugar común (1981) que la teoría institucional ya le resultaba bastante ajena, para establecer su tesis más difundida muy poco después con La muerte del arte (1984), un libro que paradójicamente fue a la zaga de ¿El final de la historia del arte? publicado en 1983 por el historiador alemán Hans Belting y traducido al inglés en 1987 por la editorial de la Universidad de Chicago sin esos prudentes signos de interrogación. Como sea, la radicalidad de Danto no mermó y continuó trabajando acerca del fin del arte en conferencias y libros diversos como El estado del arte (1987), Después del fin del arte (1997) o Andy Warhol (2009), su última obra. Hacia mediados de los 80 el tema del “fin del arte” estaba instalado para quien quisiera enterarse (por ejemplo Gianni Vattimo en El fin de la modernidad, publicado en 1985), y eso ocurría luego de la rápida sucesión (y agotamiento) de la abstracción geométrica, el neorrealismo francés, el pop art, el op art, el minimalismo, el arte povera, el arte conceptual, la Nueva Escultura, el neoexpresionismo.
Danto afirmó que no había ninguna diferencia visible entre la Brillo Box de Warhol y las cajas de los supermercados y que, por otra parte, el conceptualismo demostraba que no era necesario algo visual para que exista la obra artística. De modo que cualquier cosa podía ser una obra de arte desde el momento que faltaban los paradigmas que permitieran distinguir un objeto estético de otro “real”, por decir así. Esto se corroboraba en que no surgía ningún estilo contemporáneo y, por lo tanto, no se producían enfrentamientos de estéticas, como en el modernismo, sino una disolución del arte en un carácter poshistórico dado que ningún estilo era más verdadero o más falso históricamente que otro. En estas circunstancias cabe muy bien preguntarse qué es el arte, desde luego, pero para Danto eso significaba que se debía girar de la experiencia sensible hacia el pensamiento filosófico. Entre nosotros entendía lo mismo, y antes que Danto, Jorge Romero Brest –ya cerrado el Di Tella– cuando declaraba a la revista Primera Plana en mayo de 1969 que el cuadro de caballete perdía vigencia o, dicho en otras palabras, que la pintura se moría de modo irremediable.
Publicado en el suplemento de cultura del diario Perfil el 24 de noviembre de 2013, con el título “Elogio de la Brillo Box”.
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