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Deleuze sobre Foucault

  • riosrubenh
  • 31 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

El Saber. Curso sobre Foucault I. Autor: Gilles Deleuze. Género: clases. Editorial: Cactus.

RUBÉN H. RÍOS

Este primer tomo de tres anunciados por la editorial argentina Cactus de un curso de Gilles Deleuze en la Universidad de Vincennes sobre Michel Foucault, iniciado un poco más de un año después de la muerte de éste, contiene ocho excepcionales clases dictadas entre el 27 de octubre y el 17 de diciembre de 1985 acerca del período arqueológico foucaultiano, es decir, el que comienza con la Historia de la locura en la época clásica (1961) y culmina con La arqueología del saber (1969) o acaso con Nietzsche, la genealogía, la historia (1971). Como sea, en estas clases, Deleuze tiende a apoyarse para comprender y enseñar los conceptos fundamentales del período en textos incidentales de Foucault, o no centrales, como el Raymond Roussel (1963), El nacimiento de la clínica – publicada en el mismo año – o Esto no es una pipa (1973), el ensayo sobre Magritte. Por esto mismo, como sucede en Foucault (1986), uno de los ejes principales del análisis deleuziano (sino el principal) de la trama metodológica de la arqueología es la pareja ver/hablar, visibilidad/discurso, o, mejor dicho, visibilidades/enunciados. En cualquier caso, en estas primeras clases, Deleuze se orienta entre los regímenes de luz y de enunciados del saber con la certeza de que a través de ellos Foucault se encontrará, como respuesta a una nube de preguntas, con el poder.

En todo este procedimiento, está claro, no debería importar demasiado qué efectos tiene sobre la arqueología foucaultiana lo que Deleuze extrae de ella, a veces con una sutileza pasmosa, ni si las categorías con las que opera la tergiversa o la transforma en un objeto muy diferente del original. Tampoco, en ese sentido, es útil reducir la exposición deleuziana de los hilos más finos del pensamiento de Foucault (que no desaparecen de repente en la analítica del poder) a una mera interpretación o simplemente a una reformulación según otros principios. Porque, en estas clases, y de modo más evidente que en el Foucault, lo que se muestra es otra cosa por completo diversa de un esquema conceptual con fines pedagógicos y de un profesor de filosofía que se limita a su transmisión. El deslumbrante estilo de Deleuze, sin dejar de ser el de un educador, devela a un maestro pensador que enseña a aprender a pensar en filosofía (o a aprender a aprender a pensar, como señalaba Heidegger), desde el momento en que él mismo piensa en el aula – sin temor a perderse por las sendas que emprende – y da indicaciones precisas acerca de la posición adecuada ante el pensamiento filosófico. Muy lejos del ejercicio crítico, de la refutación o la objeción, de la exploración que busca contradicciones, aquello que Deleuze solicita de los alumnos – y lo dice sin rodeos – consiste en abrir lo máximo posible la propia manera de pensar a la de Foucault.

En ese sentido, las clases sobre la teoría del enunciado desarrollada en La arqueología del saber (quizá el concepto arqueológico más difícil y complejo) alcanzan el clímax del estilo deleuziano. Como diría él mismo de ciertos pasajes de ese libro, guardan una gran belleza. Desde luego, un esplendor al que se llega a un ritmo lento, zigzagueante, en apariencia digresivo, por momentos francamente estancado en puntos muertos, asediado por pistas falsas, por analogías fecundas e infecundas, por las matemáticas y el cine, por la literatura y la lingüística, por sombras sin nombre. Las diferentes velocidades del tempo con que Deleuze aísla el enunciado de la palabra, la frase, la proposición y los actos de habla (aspecto performativo del discurso) – como Foucault lo demanda, por otro lado – hasta arribar finalmente, hacia el final de las clases, a la definición de este concepto original foucaultiano ajeno a la lógica, la lingüística o la pragmática tiene mucho de marca deleuziana pero lo magistral de la intelección la torna irrelevante (a lo sumo, una delgada capa transparente), sobre todo en cuanto a partir de allí la teoría del enunciado de Foucault adquiere una dimensión impensada y de golpe tan diáfana como el aire.

Publicado en el suplemento cultural del Diario Perfil del 15 de septiembre de 2015, con el título "Mecánica del pensamiento".

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