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Vida y muerte en Séneca

NOTAS SOBRE LAS CARTAS DE SÉNECA A LUCILIO

RUBÉN H. RÍOS

1. Los estudios de Michel Foucault sobre la ética estoica del Alto Imperio Romano la definen como un cuidado de sí (epimeleia heautou o cura sui), un ocuparse de uno mismo por sobre el conócete a ti mismo (gnothi seauton), o éste último sólo como una de las maneras del primero. Según Foucault, la cultura grecorromana pone como centro “ético” este ocuparse de sí mismo, en tanto la modernidad pondrá el acento en la moral social que busca las reglas de la conducta aceptable en las relaciones con los demás. El principio moral de los antiguos era el ocuparse de sí mismo como una de las reglas importantes en la conducta social y personal, y en el arte de la vida. En cambio, con el cristianismo y la modernidad, la moralidad descansa en el respeto, no de la relación consigo mismo, sino de una ley externa. Con la modernidad y el sujeto del conocimiento que le es propio, se invierten los principios de la jerarquía ética grecorromana: “Preocúpate de ti mismo” y “Conócete a ti mismo”.

2. Lucio Anneo Séneca (4 a.C-65 d. C), figura preeminente de la política romana durante las regencias de los emperadores Claudio y Nerón, es un claro exponente de la ética estoica durante el siglo I. Su estoicismo contiene elementos platónicos y epicúreos. Séneca es estoico, pero ecléctico. Su filosofía es más una ética, pero no en tanto un “deber-ser” sino en tanto una psicagogía: un arte de conducir y educar el alma. Séneca presenta – siguiendo a Foucault – una serie de tecnologías del yo con el fin de cumplir con el imperativo socrático: ocúpate de ti mismo en libertad mediante el dominio de ti mismo. Esto entendido como una techné tou biou, un arte de vivir, mediante la práctica de una serie de reglas de conducta. En buena medida, con ello, se constituye una subjetividad a partir de la relación consigo mismo, de una tecnología de los afectos destinada a crearse uno mismo a través el ejercicio de las virtudes clásicas.

3. Para Platón las virtudes principales son: prudencia (frónesis), fortaleza (andreía), templanza o moderación (sofrosyne) y justicia (diké). En griego, “virtud” significa “fuerza” (areté), en el sentido de “poder”. En Séneca la palabra “virtud” se utiliza en todos esos sentidos. Ante todo, como una capacidad de dominio de sí mismo, como un poder gobernarse a sí mismo.

4. Las cartas a Lucilio (o Epistulae Morales ad Lucilium) componen 124 cartas escritas por Séneca durante los tres últimos años de su vida. Se cree que Lucilio era un procurador romano de Sicilia. Hoy se duda de su existencia histórica. Posiblemente Séneca recurrió a un artificio literario para expresar sus ideas.

5. Se distinguen tres etapas en la historia del estoicismo: el período antiguo, en el que se incluye a su fundador, Zenón de Citium (discípulo del cínico Crates, a su vez discípulo de Diógenes de Sinope), a su discípulo Cleantes y al discípulo de este, Crisipo; un período medio, durante el que se expande el estoicismo por todo el mundo mediterráneo, donde se menciona a Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea; y un periodo tardío o imperial, en el cual sobresalen Séneca, Epicteto (un esclavo) y Marco Aurelio.

6. El estoicismo es la primera filosofía que desarrolla un sistema, el cual se organiza según los principios de la física, la lógica y la ética. El estoicismo se resume en una máxima: “Es preciso vivir de acuerdo a la physis”. Los romanos tradujeron physis (“lo que brota”) como natura (“lo que nace”). Tanto la física como la lógica, en el sistema estoico, están al servicio de la ética, es decir, de reglas prácticas de vida. Según Diógenes Laercio, los estoicos postulan dos tipos de principios: lo que actúa, o el agente, y lo que padece, el paciente. Esta es la materia sin cualidades. El agente es el lógos (“reunión”) que se encuentra de modo inmanente en ella, al que tienen por un dios. El lógos, que aquí significa “razón”, modela la materia y ambos principios son eternos. El lógos es espermatikós, fecunda la materia. Crisipo lo llama pnéuma (espíritu), otros, fuego. En los vegetales, el lógos se manifiesta como physis, en los animales como psykhé, en los seres humanos como diánoia (pensamiento, razonamiento). Por consiguiente, la naturaleza humana es racional y todo lo contrario a lo natural es irracional, perturbatio.

7. El estoico vive conforme a la naturaleza. Sabe distinguir entre lo depende de él (sus deseos, sus representaciones, sus miedos) y lo que no depende de él (la riqueza, los honores, la pobreza, la muerte). Hay que aceptar lo que se impone como una necesidad cósmica. Nada debe suceder a pesar de nuestra voluntad. En el extremo, hay que desear lo que ocurre por obra del lógos, de la razón divina que no hace nada al azar, aunque no entendamos su designio. Sin embargo, en las cartas a Lucilio, Séneca se muestra preocupado por eso que parece azaroso, por lo que no depende de él.

8. ¿Cómo es el sujeto estoico según las cartas de Séneca a Lucilio? En principio, un sujeto que se reserva para sí mismo. Moderado, ni lee ni come demasiado. No desea más de lo que tiene. La pobreza puede ser alegre. Posee las riquezas que le son necesarias y suficientes para vivir sin urgencias. Si la Fortuna (diosa romana de la suerte, buena o mala) le resulta esquiva sabe conformarse. El ideal es vivir a conforme a la naturaleza. Ella provee todo lo que se necesita para vivir. Sólo se goza de aquellos bienes que estamos dispuestos a perder, de modo que si los perdemos no los extrañamos. La naturaleza solamente dicta no padecer hambre ni sed ni frío. Lo suficiente está al alcance de la mano. Lo primero que se debe estar dispuesto a perder es la propia vida, ya que desde que se nace se dirige uno hacia la muerte. Sabiendo que tarde o temprano se morirá, no tiene sentido temer a la muerte. Todo aquel que menosprecia su vida es señor de la de otro que la aprecia en exceso.

9. Lo importante es nuestro interior, no el exterior. Aunque se trata de llevar una vida mejor que la gente vulgar, no tiene la nuestra que ser opuesta, ni diferente en lo exterior. El propósito es vivir conforme a la naturaleza, y es contrario a ella violentar el cuerpo mediante la falta de limpieza o comer alimentos sucios. También no soportar las riquezas. No hay que angustiarse ante el porvenir: el temor sigue a la esperanza. Hay que adaptarse a las circunstancias presentes y no pensar en lo que vendrá o en lo que ha sido.

10. Ningún bien en soledad se posee a gusto. Por eso, quien se ocupa de mejorarse a sí mismo y busca siempre observar sus propios defectos, quien obtiene ese supremo bien y es amigo de sí mismo, es amigo de todos. Pero es preciso huir del vulgo, retirarse en uno mismo o acercarse a quien puede hacernos mejores. El aplauso de la muchedumbre es despreciable. Sólo vale el reconocimiento de un igual o de uno mismo.

11. Al cuerpo hay que concederle sólo lo que requiere para la buena salud. Sentirse satisfecho consigo mismo no significa no querer amigos, sino poder estar sin ellos. La amistad se parece al amor: nadie se enamora por afán de lucro, ambición o gloria. El amor es una amistad enloquecida. Para vivir feliz uno debe bastarse a sí mismo, pero no para vivir. No necesitar nada no significa que no hagan falta muchas cosas: amigos, por ejemplo. Pero no hay que buscar nada fuera de sí mismo porque entonces se cae bajo la servidumbre de la Fortuna. La naturaleza acerca a los hombres entre sí, y ninguna regla modifica las imperfecciones naturales. Ellas se gobiernan solas, aunque es posible suavizarlas.

12. No vale la pena sufrir antes que los males se hagan presentes. Muchas veces nos provoca dolor más aquello que nos atormenta que lo que realmente sucede. Demasiadas cosas nos angustian sin ninguna razón. Los males quiméricos nos afligen más que los verdaderos. Estos tienen medida, mientras los otros no despiertan más que fantasías. Los males suelen aparecer inesperadamente y otros que esperamos nunca llegan, y cuando llegan puede suceder que la desgracia no sea extrema. Mientras tanto, pensemos lo mejor. Sobre todo: estemos dispuestos a vencer los males.

13. Hay tres cosas que evitar: el odio, la envidia y el menosprecio. Perjudica tanto ser menospreciado como envidiado. No conviene, por otra parte, irritar a los poderosos ni incluirse en los asuntos públicos, sino retirarse a cultivar la virtud. No importa el resultado de lo que hacemos, que depende del azar, sino el motivo que nos llevó a realizarla. Se trata de alcanzar la libertad y ya no estar obligado a obedecer a ningún dios ni a los mortales. Quizá para ello hace falta pasar hambre. Lo importante no es la pobreza, sino poseerse a sí mismo. Aquello que nos hacía insoportable la pobreza también hará insoportable la riqueza. Debemos entonces ejercitarnos para las dificultades y no temblar de miedo. Epicuro en ciertos días satisfacía el hambre con míseros manjares a fin de probar si lograba el deleite con poco, y así desarmar a la Fortuna. Incluso ella, cuando llega [se supone que en su aspecto bueno] es fuente de temores.

14. ¿Qué es la sabiduría? Querer siempre lo mismo, rechazar siempre lo mismo. El común de la gente no decide por ellos mismos querer o no querer. Son llevados por el torrente de la vida. Son pocos los que se quieren a sí mismos. Lo que hace anhelante el futuro es que nadie se pertenece. Hay que esforzarse en ser coherente consigo mismo. En el jardín de Epicuro no se excitaba el hambre ni la sed. Se satisfacían con medio naturales y gratuitos. Hay deseos que jamás hallan satisfacción. Hay que aprender a no gozar de las cosas vanas, a gozar de la mejor parte de uno mismo. El cuerpo sólo nos ofrece breves deleites.

15. No hay nada más que terrible que el propio temor a la muerte, cuando morir no es más que dejar de poder morir. Algunos por temor a la muerte desean morir. Epicuro censura a los que temen la muerte y a los que la desean: “¿Qué cosa podría ser tan ridícula como desear la muerte cuando el miedo a la muerte te ha angustiado toda la vida?” Se trata no de huir de la vida, sino de saber salir de ella. Se debe dominar el afán de morir. Este afecta tanto a quienes menosprecian la vida como a los que no pueden sobrellevarla por amarga o superflua.

16. Lo que hace falta es gratuito o barato. Está al alcance de la mano. La naturaleza sólo nos obliga a pan y agua.

17. El amor a la vida es la única cadena que nos ata. Meditar sobre la muerte es pensar sobre la libertad. Quien aprende a morir, desaprende a servir a todo poder. La puerta está libre para que el amor a la vida, que no debemos rechazar, no impida – si se nos exige – abandonarla. La muerte no existe: todo cuanto parece morir, en realidad, se transforma. Sólo de la virtud nos llega la verdadera felicidad. Nadie puede escapar de sí mismo. Quien se posee a sí mismo no pierde nunca nada. No es la muerte lo que tememos, sino el pensamiento de la muerte, ya que de esta siempre estamos a igual distancia.

18. La Fortuna, si se ha aprendido siempre a mantener el mismo temple, carece de poder sobre nosotros. No es posible rehuir las necesidades, pero es posible vencerlas. En cada alma virtuosa habita el dios, “aunque quien sea es incierto”. A menudo, lo más precioso es aquello por lo cual no se paga nada. ¿Quién es el noble? El que ha recibido de la naturaleza una buena disposición para la virtud.

19. No importa tanto de dónde viene la gente, sino hacia dónde va. Todos desean una existencia feliz. El error es confundir los medios con el fin. Aquel que quiere la virtud sigue un solo camino y no anda vagando de un lado a otro. Lo que es bueno es necesario, pero lo necesario no por esto es bueno. La gente vive pensando en el mañana. Es decir, no viven, esperan vivir, y todo lo aplazan.

20. Resumen de la doctrina de Séneca en relación a los esclavos: vivir con el inferior tal como quisiéramos que un superior viva con nosotros. La mayoría son esclavos: de la lujuria, de la avaricia, de la ambición, del temor. Y no hay peor servidumbre que la voluntaria.

21. No es posible vivir feliz si se refiere todo a uno mismo y a la propia utilidad. Si se quiere vivir para sí mismo es necesario vivir para otro. Importa conocer nuestros defectos y vicios, porque nadie reconoce que es avaro o deshonesto. No existe nadie que haya poseído el juicio antes que la insensatez. El mal nos posee por adelantado. De modo, que debemos forzarnos a comenzar un buen camino.

22. ¿Qué es la libertad? No servir a ninguna cosa, a ninguna necesidad, a ningún accidente fortuito. Es reducir la Fortuna a términos de justicia. Si cedemos ante el placer, lo haremos también al dolor. Si cedemos a cualquier pasión, todas comenzarán a reclamar lo suyo. Lo verdaderamente grande consiste en tener la debilidad de un hombre y la seguridad de un dios. La fuerza de la filosofía para rechazar los ataques de la Fortuna es enorme.

23. La muerte es dejar de ser. Después de morir será como antes de nacer. Ningún malestar nos aquejará. Todo el tiempo que hubo antes de nuestro nacimiento fue como una muerte. La primera ciencia es saber vivir. Aquel que vive para su vientre, para su cama, para darse gusto, no vive para nadie ni para sí mismo.

24. La carta LVIII se ocupa de la división de los seres según Platón. Hay una palabra filosófica del griego que Séneca señala como intraducible para el latín: tó on. La traducción quod est (“lo que es”) resulta insuficiente porque pone un verbo en lugar de un nombre. Al preguntar “esto qué es” se responde según la división aristotélica de género y especie, pero hay un género general que incluye a todos los géneros especiales que no tiene nada por encima y es el principio de toda cosa y todas las cosas están contenidas debajo de él: “lo que es”. Los estoicos pretenden un género todavía más principal. Para algunos estoicos, dice Séneca, el primero género es quid (“algo”), ya que en la naturaleza hay cosas que son y otras que no son. Platón niega que las cosas que excitan a los sentidos sean realmente existentes, de modo que de ellos debemos aprender a no desearlas como si sobrevivieran al tiempo, como si siempre pudiéramos poseerlas. Para los estoicos todo se forma de la causa y la materia. La causa es el lógos (la razón, la divinidad) que modela la materia. No hay más que una causa entonces: la eficiente [contra la doctrina aristotélica de las cuatro causas]. La causa primera y universal es la razón creadora, de la cual dependen todas las causas.

25. La cumbre de la felicidad humana es nunca estar triste, sin esperanza alguna respecto del futuro, con el alma siempre en el mismo tono elevado y contenta. Esta alegría nace de la conciencia de las propias virtudes.

26. Antes que para la vida, hay que prepararse para la muerte. Existe una vanidad del dolor. Los remedios del alma fueron encontrados por los antiguos; es tarea nuestra buscar cómo y cuándo tienen que aplicarse. Por ejemplo, ante el azar. En relación al cuerpo, el alma se atribuye todos los derechos. El temple del alma no puede ser vencido por el temor del cuerpo. El alma libre, si quiere, está dispuesta a romper la alianza con el cuerpo antes de traicionarse a sí misma (el lugar que ocupa el alma en el hombre lo ocupa el dios en el mundo; lo que es en el mundo la materia es en nosotros el cuerpo).

27. La alegría es conforme a la naturaleza, no el dolor, pero para la virtud no tiene importancia alguna el sufrimiento o el dolor. El azar ejerce su dominio sobre el dinero, el cuerpo, los honores. Todas ellas son cosas débiles, huidizas, de posesión incierta. Las obras de la virtud, en cambio, son libres e invictas. No son más deseadas porque reciban buen trato de la Fortuna, ni menos deseadas porque sean oprimidas por el infortunio. Es la misma virtud la que gobierna en la alegría que en el dolor. La razón no sirve a los sentidos, sino los domina. Todas las virtudes son racionales. La virtud no es más que la recta razón. ¿Qué es la razón? La imitación de la naturaleza. ¿Cuál es el bien supremo del hombre? Proceder conforme a la voluntad de la naturaleza. ¿Existe algún bien contrario a la naturaleza? No, pero a veces va contra la naturaleza aquello en que radica un bien. Es conforme a la naturaleza el alma que no desfallece ante los males.

28. Epicuro enseña que son dos los bienes de que está compuesta la suprema felicidad: la ausencia de dolor en el cuerpo y de perturbación en el espíritu [ataraxia]. Estos bienes no crecen porque son plenos. El cuerpo queda libre de dolor, el alma está en paz consigo misma y goza serenidad. Más no se puede pedir. Pero es más grande quebrantar las cosas difíciles que templar las agradables. No son deseables las calamidades (la guerra, la enfermedad, el dolor), sino la virtud con la cual soportarlas. La fortaleza se prueba ante los tormentos. Lo deseable no son las llamas que nos queman, sino el que no nos venzan. Para Séneca las virtudes son paciencia, fortaleza, prudencia, constancia.

29 ¿Qué hacer con el ocio? Buscar curación de nuestras dolencias, de nuestras debilidades. No debemos aferrarnos a la vida ya que lo bueno no es vivir sino vivir bien. No hay que vivir tanto como se pueda, sino tanto como se deba. Pensar en la calidad, no en la cantidad de vida. De inmediato, cuando la Fortuna nos es adversa, debemos considerar si acabamos con nuestra vida o no. Morir bien es huir de vivir mal. No vale la pena conservar la vida a cualquier precio. Si la Fortuna lo puede todo en el que vive, no puede nada en el que sabe morir. Sin embargo, es necio querer morir por miedo a la muerte. No podemos quejarnos de la vida ya que ella no nos retiene a la fuerza. Somos libres de abandonarla para escapar de su crueldad. No es obligación vivir. La muerte más grosera es preferible a la servidumbre refinada. A quien quiera escapar de la vida, nada le hace obstáculo. La naturaleza nos ha puesto en una prisión abierta. Sería una gran miseria no tener el valor de vivir cuando se ha abandonado la resolución de morir. El máximo remedio contra todos los males de la vida es el menosprecio a la muerte. Moriremos no porque estamos enfermos, sino porque estamos vivos.

30. El único bien es la virtud. Sin ella no existe ningún otro bien, y reside en la mejor parte de nosotros, en la parte racional. ¿Qué es la virtud? Un juicio verdadero. De él parte todo impulso del alma que revela al desnudo las apariencias que mueven las pasiones. La suprema dicha es dominarlas, menospreciar la buena suerte y la mala, vencer a la avaricia y la ambición, vencer al miedo, no sucumbir ante las adversidades, no confiarse a las alegrías, no perder nunca de vista los caprichos de la Fortuna.

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