Michel Onfray sobre Henry David Thoreau, el filósofo de la desobediencia civil
Thoreau, el salvaje. Autor: Michel Onfray. Género: ensayo. Editorial: Ediciones Godot. Traducción: Edgardo Scott.
RUBÉN H. RÍOS
Poco menos que exultante, un poco más que laudatorio, por momentos enfático e inclinado a la poesía bucólica, siempre vertiginoso, en este ensayo publicado en francés en 2017 Michel Onfray sigue la estela del “gran hombre” vinculada con el Übermensch nietzscheano, que remite a Carlyle y Ralph Waldo Emerson, y por intermedio de este a Henry David Thoreau (1817-1862), para construir un modelo filosófico de esas alturas sobrehumanas a partir precisamente de la vida y el pensamiento de Thoreau, en quien ve un maestro del vitalismo y la filosofía libertaria. Mejor dicho, un contra-modelo de lo que Onfray considera el último eslabón de la decadencia de la vida filosófica en los claustros académicos y en la filosofía como creación de conceptos (explícitamente: Deleuze) o interpretación indefinida de los textos de la tradición (desde luego, Derrida), una vez que se ha separado el acto de filosofar del arte de vivir.
Por esto mismo el retrato que hace Onfray de Thoreau, y no forzadamente, se asemeja en mucho al de un cínico antiguo morigerado por la civilización moderna, en el sentido que ha renunciado a desafiar la artificialidad del orden civilizatorio con diatribas e sarcasmos, y ha pasado a vivir en conformidad con la naturaleza y el epiméleia heautoȗ (el “cuidado de sí”) como indica Foucault, aunque sin privarse de observaciones críticas sobre los poderosos, la injusticia, la mezquindad, la falsedad, la sumisión, el lujo y otros males de la humanidad. Thoreau, de este modo, se presenta menos como un discípulo del trascendentalismo de Emerson, que raya en el panteísmo, que personificando un materialista rousseauniano amante de la cultura aborigen y la vida natural, los bosques y las montañas, los ríos y los arroyos, la navegación y los viajes a cielo abierto, las comidas rústicas y simples. Si lee y escribe, como durante los dos años que pasó (de forma irregular) en una reducida cabaña a orillas del lago Walden (cuyo nombre da nombre al ensayo que publicó en 1854: Walden o la vida en los bosques), muy cerca de su pueblo natal, es porque quiere enseñar en qué consiste vivir filosóficamente.
Pero Thoreau, como lo señala Onfray, pese a su individualismo libertario y a su misantropía, propia del cinismo, no se confunde con un eremita indiferente a la sociedad. Como es sabido, en 1846 rechazó pagar impuestos atrasados porque se oponía a la guerra de Estados Unidos contra México, y además a la esclavitud. Lo encarcelaron por una noche, porque alguien (su tía o el mismo carcelero) pagó lo adeudado, en contra de su decisión. Este episodio, en todo caso, fue el origen de uno de los escritos más subversivos de la filosofía política moderna: Resistance to Civil Government, publicado en 1849, conocido en las lenguas latinas como La desobediencia civil. El acierto de Onfray es subrayar la palabra en inglés Resistance, la resistencia pacífica que Thoreau propone llevar a la acción ante un gobierno injusto para que se derrumbe no cumpliendo con las obligaciones que impone. El concepto, incómodo para cualquier gobierno, cuestiona la autoridad del Estado como respaldo de políticas públicas o normas jurídicas que no deben obedecerse por razones éticas o de defensa del bien común.
Maestro de escuela, agrimensor, fabricante de lápices, ecologista, individualista, revolucionario pacifista, el Thoreau de Onfray poco antes de morir de tuberculosis deja de creer en la eficacia de la desobediencia civil frente a un sistema esclavista. Los tres libros apologéticos dedicados al abolicionista John Brown, partidario de la insurrección armada, escritos entre 1859 (año de su ejecución) y 1860, expresan no sólo la pulsión de muerte que lo invade sino también el testimonio de un libertario que ya no tolera más la violencia y la injusticia del poder.
Publicado en el suplemento de cultura del diario Perfil el 2 de febrero de 2020, con el título “El libertario pacifista”.