Nietzsche, el Anticristo
El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo. Autor: Friedrich Nietzsche. Género: ensayo. Editorial: Terramar.
RUBÉN H. RÍOS
Las ediciones El Anticristo en castellano abundan, bien porque los libros de Nietzsche (o sobre él) suelen venderse regularmente o bien porque este breve escrito es uno de los más populares junto con Así habló Zaratustra, paradójicamente dos obras que su autor juzgó “para todos y para nadie” o “para pocos”. La masividad de Nietzsche, que ha atravesado distintos períodos, sin embargo, no garantiza su comprensión, como lo ha demostrado por demás la interpretación nacionalsocialista. Las máscaras tras las que este excepcional y escurridizo filósofo se escudaba – igual que Dionisos – han facilitado todas las malversaciones y versiones de su pensamiento, empezando por las de su hermana Elisabeth Förster-Nietzsche, la soeur abusive de ideas antisemitas y una de las objeciones más poderosas – según una frase irónica de Ecce homo – al Eterno Retorno. Pese a ello, en 1895, la hermana publicó por primera vez El Anticristo (eso sí: con algunas adulteraciones), el último libro escrito por Nietzsche antes del colapso psíquico de Turín, a comienzos de 1889.
En todo caso, la cuidada reedición de la colección Caronte del libro póstumo de Nietzsche incluye los fragmentos del otoño de 1887, con lo que colabora en disminuir la falta de traducciones al castellano de estos textos reveladores del flujo íntimo del pensamiento nietzscheano y, a la vez, reabre la cuestión del proyecto trunco de La voluntad de poder como el “ensayo de la trasvaloración de todos los valores” – la ambiciosa obra planeada por Nietzsche – que, en realidad, culminaría con El Anticristo. Esto último es discutible, ante todo por el carácter “panfletario” del libro, pero no el naufragio de La voluntad de poder (editado por Elisabeth en base a uno de los índices provisorios) en un cúmulo de anotaciones y apuntes dispersos sin ningún tratamiento estilístico, según la técnica nietzscheana del enmascaramiento propio del “filósofo artista”. De modo que, si se acepta la inexistencia de ese libro doctrinal de Nietzsche como una obra de él escrito en posesión de todas sus facultades intelectuales, y sólo por tomar un ilustre ejemplo, el voluminoso Nietzsche de Martin Heidegger – lecciones dictadas entre 1936 y 1940 en Friburgo, y diversos trabajos hasta 1946 – no tiene ningún referente legítimo sino un simulacro, en cuanto se apoya centralmente en La voluntad de poder.
Los fragmentos póstumos del otoño de 1887, que en su mayoría exploran el concepto de nihilismo y del de voluntad de poder y están destinados al proyecto del libro doctrinal, indican las dudas de Nietzsche respecto de la pertinencia de una doctrina, de un sistema filosófico, de un libro escrito en lengua alemana que no parezca alentar el imperialismo alemán, además de escribir dirigiéndose a lectores alemanes. En tanto escribe para sí mismo, estos escritos se permiten reflexionar con entera libertad acerca de la educación y el surgimiento de una aristocracia (la “raza de los señores”) como respuesta a la edad del nihilismo (desechada más tarde), y aunque no agregan nada nuevo a lo ya dicho en Más allá del bien y del mal, descubren la urgencia de Nietzsche de realizar –de convertir su “inactualidad” en lo contrario, como afirma Giorgio Colli en su introducción a El Anticristo – ese pensamiento anticristiano y antimoderno cada vez más radicalizado. Estos fragmentos, en consecuencia, se aplican a desfundamentar la moral, la lógica, el racionalismo, el sujeto, el objeto y toda “voluntad de verdad” trascendente a un ritmo nervioso y festivo en la destrucción de los grandes idola de la metafísica occidental y la modernidad cultural y política, pero no sin cierta melancolía que denuncia la percepción de acercarse a sus propios límites.
El Anticristo es entonces un libro de agitación (según ha confesado Nietzsche) y se dirige a enervar el ateísmo, más difundido en su época que hoy, mediante una diatriba satírica de inspiración renacentista, antimoralista y escéptica, que supone una de las máscaras nietzscheanas más crueles y hostiles contra los valores de la cultura cristiana y la fe religiosa, por todo ello quizá sólo comparable con las Cartas filosóficas de Voltaire o La filosofía en el tocador de Sade. Hundido el plan de La voluntad de poder, representa un rápido atajo a la “transvaloración” de los valores cristiano-metafísicos o (como diría Kierkegaard) cristiano-burgueses. Se salva de resumirse en una mera “inversión” escalando hacia un escepticismo de grado superior, y de la crítica ilustrada al cristianismo, por entonces casi cerrada, describiendo a éste en una fase inexorable de decadencia y de hipocresía moral. Para este Nietzsche ya no se conserva nada fundamental – ha muerto Dios – en la civilización europeo-occidental de aquel orden espiritual y cosmológico del gran mundo cristiano, que no sea el nihilismo de sus valores corrompidos y vaciados, por lo cual llama a precipitar su final.
Publicado en el suplemento cultural del diario Perfil el 20 de julio de 2008, con el título “Escrito para sí mismo y contra todos”.