La poesía de Miguel Angel Bustos
LA POÉTICA DE LO INVISIBLE DE MIGUEL ANGEL BUSTOS
RUBÉN H. RÍOS
La edición de la poesía completa de Miguel Ángel Bustos (1932) por editorial Argonauta, bajo el título Visión de los hijos del mal (título de un libro suyo publicado en 1967), saca definitivamente del olvido a uno de los poetas más originales de la poesía argentina de los años ’60. Elogiado por Gelman y Enrique Pezzoni, admirado por Marechal y Mujica Láinez, su cuarto y último libro de poemas El Himalaya o la moral de los pájaros (1970) editado por Sudamericana – escrito de un “solo tirón”, como dice en un reportaje para la revista de La Nación en 1971 – conoció el éxito comercial y el reconocimiento de la crítica de inmediato. Sin embargo, entre 1971 y 1976, como se infiere de la recopilación de la prosa completa editada por el CCC (Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini) en el 2007, Bustos escribe menos poesías y mucho más reseñas y artículos bibliográficos en La Opinión (donde publicó varios poemas) y El Cronista Comercial, además de las revistas Siete días y Panorama. A la vez, hacia 1973, su militancia se hizo más comprometida y comenzó a colaborar con la revista Nuevo Hombre cercana al PRT, hasta que el 30 de mayo de 1976 un grupo paramilitar lo secuestró de su casa. Hoy Bustos integra la lista los periodistas detenidos-desaparecidos durante la dictadura cívico-militar por los cuales reclaman, sin respuesta alguna, los organismos de derechos humanos.
Como dice Daniel Freidemberg en la edición del CCC, “la desaparición del nombre de Bustos y su obra que siguió a su desaparición física recién empieza a revertirse tres décadas después”. Pero esta recuperación, a lo cual ha contribuido sin duda la publicación de su prosa, rescata una imagen de Bustos como poeta (y dibujante) que no se ajusta a la de sus contemporáneos, a salvedad quizá de Pezzoni cuyo comentario de El Himalaya o la moral de los pájaros para la revista Panorama define a la obra como un “poema revolucionario”, sin hacer ninguna referencia al poeta “maldito” o “místico” que exaltan la mayoría de las reseñas de la época. Esta inscripción de Bustos en un misticismo negro se explica por algunos elementos romántico-surrealistas en su obra que lo evocan, pero en buena parte es responsabilidad del prólogo que Marechal escribe para Visión de los hijos del mal en el cual define a su autor como Claudel a Rimbaud: “místico en estado salvaje”. La interpretación de Marechal fue consagratoria, aunque, como le escribe Mujica Láinez en una carta a Bustos, no capta lo esencial de ese “Apocalipsis cruel y tierno” que levanta vuelo en el libro. Por otro lado, tampoco Mujica Láinez consigue llegar al fondo de una poética que, en todo caso, se sirve de imágenes apocalípticas para sugerir otro mundo invisible paralelo (y más real ) al visible.
También ha favorecido la impronta “maldita” de Bustos el intento de suicidio en 1964 después de la separación de su primer matrimonio y la posterior internación en el Borda donde conoció al poeta Jacobo Fijman, y la epilepsia que padeció (similar a la de Dostievsky según los médicos). Esto, por supuesto, no es posible soslayarlo, pero tampoco el conocimiento superior de Hölderlin, Lautréamont (con el comentario de Los cantos de Maldoror se inician sus textos bibliográficos), Gérard de Nerval, William Blake, Novalis, Baudelaire, los trovadores provenzales, Nietzsche, Marx y una amplia cultura sobre las civilizaciones precolombinas y las sabidurías orientales. A su modo, el izquierdismo de Bustos (que no era prosoviético) se orienta hacia el maoísmo porque en éste percibe que se conjuga el Ying y el Yang del taoísmo – en tanto juego de opuestos – con la dialéctica occidental. Los apuntes de Bustos sobre técnicas poéticas, el “filmpoema”, revelan una clara elaboración de instrumentos expresivos que explican la simultaneidad en sus “visiones” de imágenes y símbolos, de mitos y leyendas, que de ninguna manera pueden confundirse con patologías psíquicas o alucinaciones epilépticas. En buena medida, Bustos es un orfebre del arte poético y de su universo mítico-simbólico.
Menos que un romántico tardío, al igual que su admirado Mihail Eminescu, Bustos se muestra como un moderno radical, un poeta-pintor (como García Lorca, según dice) dedicado a tratar a las palabras y sonidos en sentido visual – al modo de los ideogramas chinos y los códices aztecas que estudió – y a los dibujos que ilustran sus libros como escritura. A ello hay que agregarle su dominio del francés y sus conocimientos de inglés, alemán, italiano, rumano y portugués (lengua en la que escribió varios poemas) para darse alguna idea de una obra poética construida como una alucinación lúcida, un complejo sinestésico que crea mundos como salidos de los estratos profundos de la memoria arcaica de la cultura humana. La influencia de Hölderlin sobre Bustos, a quien se sentía hermanado, se nota quizá en esa autoposición de poeta en la época de los dioses exiliados (lo que influyó también en Heidegger) que lo conduce hacia un paganismo o panteísmo febril, en el cual sólo es posible la iluminación o la barbarie.
Publicado en el suplemento de cultura del diario Perfil el 26 de octubre de 2008, con el título "Visiones de un gran poeta olvidado".
NOTA: En mayo de 2014, el Equipo Argentino de Antropología Forense confirmó que los restos de Bustos se hallaban en un sector del cementerio de Avellaneda con once fosas individuales NN. Los peritos forenses determinaron que fue fusilado de (por lo menos) dos disparos en la cabeza en junio de 1976.