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Mito y psiquismo en Joseph Campbell

La dimensión mítica. Autor: Joseph Campbell. Género: ensayo. Editorial: El Hilo de Ariadna.

RUBÉN H. RÍOS

Conocido mundialmente por sus investigaciones y trabajos sobre mitología y religión, y quizá sobre todo por El héroe de las mil caras (1949), Joseph Campbell (1904-1987) dejó – además de una vasta obra – varios ensayos de difusión restringida, introducciones y capítulos aislados de libros. Esta recopilación de la fundación que lleva su nombre reúne, según el prefacio del editor, los mejores de esos textos agrupados en dos secciones, “La mitología y la historia” y “La mitología y las artes”, en los cuales Campbell desarrolla muchas de sus concepciones acerca del mito y de las funciones que le atribuye en la cultura humana (metafísica, cosmológica, sociológica y psicológica) y muestra, con honestidad intelectual, sus influencias: Schopenhauer, Nietzsche, Jung, Frazer, Leo Frobenius, entre otros. Por esto la selección permite un acercamiento en foco sobre la hermenéutica del autor y de sus procedimientos aplicados a la configuración mítica desde la prehistoria hasta la literatura moderna.

En cualquier caso, Campbell pertenece a una tradición que funda el mito sobre el psiquismo humano y, a la vez, en la psicología transpersonal (o del inconsciente colectivo) que hace de la mitología un campo teológico o religioso. Como dice en el artículo “Ironía erótica y formas míticas en el arte de Thomas Mann” (p. 375), la psiquis es la “dadora” de lo “dado”, o dicho al modo kantiano, establece las condiciones de la posibilidad de toda experiencia, incluida la de los dioses y demonios. Es cierto que las funciones míticas en Campbell cumplen con introducir a los sujetos a la cultura, en conformidad con sus distintas fases evolutivas (sociedades de caza y agricultura, la de las grandes civilizaciones, las humanísticas, etc.), pero en definitiva todas ellas se reducen a la función psicológica. Lo que supone, al menos, un inconsciente atemporal, un aparato de psíquico constante o un funcionamiento “psi” invariable.

Por ejemplo, Campbell se remonta en un artículo de 1959 al Australopithecus (homínido cazador que vivió unos 4 millones de años atrás) con el fin de determinar el comienzo de la “era mítica” en la conciencia de matar a otros animales y, en esa medida, de su propia muerte. La actividad mitológica de la humanidad, por lo tanto, nace como respuesta al mysterium tremendum que encierra la muerte, con lo que universaliza esta noción hasta los australopitecinos cuando más bien – como han señalado otros – surge en una etapa mucho más avanzada de la cultura humana. Campbell modula las inscripciones psíquicas de esta idea que proyecta en los primitivos primates de manera diversa, de acuerdo con los mitos de las sociedades de cazadores (masculinas y patriarcales, que afirman el ego y rechazan la muerte) y de plantadores (femeninas y matriarcales, las cuales niegan el ego y aceptan la muerte), solo que esas diferencias no hacen más que reforzar el temor a morir como raíz de las religiones, en especial de las mesiánicas.

Estas cuestiones filosóficas, pese a todo, no impiden reconocer en Campbell uno de los más decisivos mitólogos del siglo XX. Su tendencia a excederse en las interpretaciones (reconocida por él mismo), evidente en el ensayo numerológico sobre la Diosa de Muchos Nombres, es compensada por demás por su gran erudición y su adiestrada sensibilidad de captar los núcleos esenciales de los mitos de la civilización. En ese sentido, los textos dedicados a Johann Jakob Bachofen, célebre teórico del matriarcado (en El derecho materno, publicado en 1861, propuso el matriarcado como la forma de organización social más arcaica), y a la obra de Thomas Mann, principalmente a La montaña mágica (1924), constituyen dos jalones de la alta significación que le otorga a los estudios mitológicos y al mito mismo en la modernidad.

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