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Contribución a una izquierda heideggereana

El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. Autor: Oliver Marchart. Género: ensayo. Editorial: Fondo de Cultura Económica.

RUBÉN H. RÍOS

Los cuatro estudios reunidos en este volumen, que se inscriben entre la investigación y el ensayo, exploran la noción de heideggereanismo de izquierda con cierto riesgo tanto en la caracterización como en la inclusión, bajo esa rúbrica, de pensadores que de ningún modo se definirían así. A excepción de Nancy y Lacoue-Labarthe, cuya posición heideggereana es explicita, el resto (Lefort, Badiou y Laclau) presentan serias objeciones a la operación que realiza Oliver Marchart (profesor de sociología de la Universidad de Lucerna) al ubicarlos como heideggereanos. Por otra parte, el pensamiento de Heidegger aparece en este libro de Marchart recortado al concepto de “diferencia ontológica” (es decir, diferencia entre el ser y el ente) a fin de, a partir de allí, configurar una teoría de la “diferencia política” – entre “la” política y “lo” político – en las lecturas de esos diferentes autores que coincidirían en cuestionar las figuras fundacionales de la metafísica: totalidad, universalidad, esencia y, sobre todo, fundamento. Esto significa, para decirlo rápido, que el heideggereanismo de izquierda se reconoce por la aceptación del retiro o la ausencia del fundamento del mundo y la imposibilidad, en consecuencia, de fundar los entes sobre un abismo (el Ab-Gründ heideggereano, el “fundamento abismal”), con lo cual tampoco la sociedad ni la política son fundables desde un fundamento último.

La traducción posfundacional (no antifundacional) del pensamiento político que le interesa a Marchart de la “diferencia ontológica”, o de la ausencia de fundamento (ya que el ser no es un ente) se aplicaría a diferenciar, con algunas inversiones semánticas, “la” política – el sistema estratégico y administrativo, social y económico, ideológico y técnico, de la sociedad – de “lo” político – aquello que instituye o constituye justamente ese sistema “óntico” sin pertenecer a él a través de una fundación sin fundamento fuerte. Según Marchart, en El concepto de lo político (1927) de Carl Schmitt se hace por primera vez esta diferenciación que deja del lado de “la” política todo lo que se consideraría convencionalmente político, en primer lugar el Estado. El decisionismo schmittiano (tan bien aprendido por Chantal Mouffe) forma parte, desde luego, del posfundacionalismo en tanto éste se basa en la indecibilidad ontológica del fundamento, y también en categorías como “acontecimiento”, “división”, “discordia” y “antagonismo”, que remiten de modo iluminador a Maquiavelo. No sin razón Marchart denomina al momento de “lo” político, cuando la sociedad se revela escindida en sí misma e imposibilitada de sublimar esa separación fundacional en algún orden que neutralice la diferencia política, como el momento propiamente “maquiaveliano”. En otras palabras: el principio de la autonomía política – “lo” político puro –, ahora concebido en un mundo abismado, radicaliza la contingencia de toda formación social y política.

Esta cualidad disruptiva y dislocadora de “lo” político, aparte de toda absorción por lo social y lo económico, lo ético y lo ideológico, tiene un inconveniente que Marchart señala en Nancy y Badiou: el “filosofismo”. Como posfundacional no quiere decir antifundacional (o nihilismo), y de acuerdo a esto, el fundamento abismal sigue fundamentando en ausencia, por necesidad “lo” político se actualiza en la impureza óntica de “la” política. Por la misma causa (o, mejor, por falta de ella) la “hegemonía socialista” de Laclau y Mouffe olvida o encubre que nada garantiza que una política posfundacionalista sea emancipatoria y no conservadora. De este modo, paradójicamente, Marchart acueda más con el menos heideggereano de los heideggereanos de izquierda que analiza, con Lefort, quien (como Spinoza, que apreciaba a la democracia por su cercanía a la libertad del “estado de naturaleza”) juzga favorablemente a las sociedades democráticas en cuanto institucionalizan el conflicto, la división y el antagonismo como condición de posibilidad (y de imposibilidad) de la sociedad. Por ello, siguiendo a Mouffe, el autor considera el agonismo sin antagonismo de los arendtianos y nietzscheanos no logra agotar de ninguna manera el fondo sin fondo en el que reposa (sin reposar) todo orden social.

En definitiva, pese a ciertos reduccionismos, la izquierda heideggereana que propone Marchart problematiza hasta el extremo límite ese desgarro entre los sistemas de “la” política establecida y “lo” político que la hace posible, entre ese poder constituido y el poder constituyente.

Publicado en el suplemento cultural del diario Perfil el 18 de octubre de 2009, con el título “La aceptación del retiro y la ausencia del fundamento”.

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