Georges Canguilhem y el mito del ADN
Estudios de historia y de filosofía de las ciencias. Autor: Georges Canguilhem. Género: ensayo. Editorial: Amorrortu.
RUBÉN H. RÍOS
Esta serie de ensayos e investigaciones de Georges Canguilhem (1904-1995), uno de los epistemólogos más destacados del siglo XX, se organizan alrededor de dos grandes ejes: la filosofía biológica y la medicina. En una segunda órbita, los estudios acerca de Vesalio, Galileo y Fontenelle son más bien relatos de épica científica y, en el caso de Bachelard, lecciones acerca de la honestidad intelectual de un historiador de las ciencias y epistemólogo que nunca se dejó fascinar por las verdades científicas y definió a la ciencia moderna no como una fenomenología sino como una “fenomenotécnica”. De modo similar, Canguilhem se relaciona con la historia de la biología y en parte de la medicina, como un objeto cultural que contienen métodos y conceptos acerca de un objeto “natural” que no lo tiene de por sí y que es preciso interrogar en los fundamentos, la racionalidad y su propia referencia histórica. Hasta cierto punto, en el que la ciencia contemporánea de la vida parece retornar a un logos pseudoaristotélico (el ADN), la filosofía que dirige todo ese curso que culmina en la genética se compone de un núcleo cartesiano-positivista y cuyas determinaciones Canguilhem convierte en el arcano último del conocimiento de lo viviente.
Los tres artículos sobre Comte, los dos sobre Darwin y la media docena de historia de la biología definen la arquitectura conceptual de esta crítica epistemológica que se extiende a la medicina y la psicología, pero también a cualquier concepción lineal y progresiva de la historia de las ciencias o puramente interior de ésta. El positivismo de Comte, sostiene Canguilhem, prolonga el dualismo metafísico cartesiano del pensamiento y la extensión en el dualismo de la vida orgánica y la materia inerte. Haciendo suya la fórmula del médico y fisiólogo Xavier Bichat, fundador de la histología moderna a comienzos del siglo XIX, respecto de la vida como el conjunto de las funciones que resisten a la muerte. Este postulado, aún hoy, después del tránsito de una biología preformista a otra transformista, subyace en la conceptualización fisicoquímica de los organismos vivos como funciones tendientes a lentificar la entropía; es decir, la muerte. Ya en Claude Bernard, fundador en 1847 de la Sociedad Francesa de Biología y uno de los primeros médicos que aceptó la teoría celular, la vida no es más que muerte demorada. En los ensayos de Canguilhem, aparte de los cuatro que le dedica, Bernard reaparece de continuo y se lleva muchos elogios tanto por la “medicina experimental” que propuso o por su contribución específica a la medicina con la noción de “medio interno” (la que dio lugar a la endocrinología), como por adelantarse al descubrimiento del programa genético con su a priori morfológico de la vida llamado indistintamente “consigna”, “ideal directriz”, “plan vital” o “designio vital”.
De todas maneras, Bernard, como Darwin y la totalidad de los fisiólogos y biólogos que estudia Canguilhem, desde el Vesalio del De humani corporis fabrica (1543) hasta Watson y Crick que establecen el código genético en 1954, es incluido también dentro de la biología como una ciencia que no ha logrado concebir sus teorías o realzar sus descubrimientos si no por medio de analogías y modelos. El programa codificado de las síntesis de las proteínas o información genética, que tiene por modelo analógico la teoría del lenguaje de la comunicación, constituye la más reciente analogía de una larga cadena de representaciones o presentaciones de lo viviente conforme a distintos modelos: el mecánico galeno-cartesiano, el eléctrico, el hidráulico, el social, el geométrico, el matemático o lógico, etc. Según Canguilhem, el modelo como réplica integral de las propiedades estructurales y funcionales del objeto biológico existe sólo como mito: por una parte, simula las funciones y, por la otra, hace de análogo, nunca de doble. En física, el modelo comparte las mismas leyes que el fenómeno a medir, pero no en biología. La única analogía que Canguilhem justifica se refiere al biomecanicismo en zoología para la locomoción, ya que en los vertebrados los órganos de los movimientos están articulados. Darwin, sin embrago, introduce no sólo una analogía sino por primera vez un modelo explicativo como fundamento con la “selección natural” en su teoría del origen de las especies: la economía maltusiana. De este modo, el pensamiento económico del capitalismo industrial incipiente fundaría una nueva concepción científica del hombre y de la vida animal en general.
Publicado en el suplemento cultural del diario Perfil el 17 de enero de 2010, con el título “El crítico epistemológico a escena”.