Aproximación a la semiótica de Charles Sanders Peirce
PIERCE: TEORÍA DE LOS SIGNOS
RUBÉN H. RÍOS
I.
Expuesta básicamente en los volúmenes II y IV de Collected Paper of Charles Sanders Peirce (Belknap Press of Harvard University Press, Massachusetts 1965), la semiótica de Peirce plantea como premisa el concepto de signo o representamen como algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto y para ciertos propósitos. Esta función representativa del signo consiste en ponerse en lugar del objeto que representa y, además, inducir en la mente de algún sujeto un signo similar o más complejo, pero no sustituye al objeto por completo sino sólo en parte con relación a una idea (en sentido platónico) que hace de fundamento del representamen. El signo creado en la mente, que a su vez suscita una imagen o sensación o idea (signos también), es lo que Peirce llama interpretante del primero. En principio, como el interpretante no deja ser un signo determinará a otro, y este a otro, y así sucesivamente en una cadena ad infinitum de interpretantes.
Como consecuencia de que cada representamen se relaciona con tres elementos – el fundamento, el objeto y el interpretante – la semiótica de Peirce se divide tres ramas: gramática pura (se ocupa de aquello que debe ser cierto en el signo para que pueda tener significado), lógica (acerca de las condiciones de verdad de las representaciones respecto de un objeto) y retórica pura (se encarga de las leyes por medio de las cuales un representamen origina a otro y cómo un pensamiento genera otro). La primera rama estudia la relación de los signos con ellos mismos (la abstracción del significado), la segunda con sus objeto u objetos (por ejemplo, la frase “Dante y Beatriz” posee dos objetos) y la tercera con sus interpretantes. La palabra “signo” se usa para denotar un objeto perceptible, imaginable o inimaginable y no necesariamente es diferente de la cosa que representa: puede representar a otro signo o ser parte de él. En cualquier caso, un representamen sólo puede constituirse en representación de su objeto pero no dar conocimiento o reconocimiento de éste, ya que si no se lo conoce previamente no se lo reconoce en el signo.
Cada representamen tiene, real o virtualmente, un canon o precepto de explicación que le permite ser entendido como una especie de “emanación del objeto”, dice Peirce. Esto es, para que un signo represente a su objeto efectivamente debe existir algún razonamiento o pensamiento que explique por qué razones puede hacer eso: representarlo. Siendo así, el signo y la explicación producirán otro signo y, por lo tanto, se requerirá de otra explicación que aumentará el primer representamen, y así hasta llegar a un signo que se explicará a sí mismo y a todas sus partes significantes tomadas como objetos. Estos, por consiguiente, pueden ser cualquier una cosa existente conocida, o que se crea que haya existido, o que se espera que exista, o un conjunto de esas cosas, o una cualidad, o relación de hechos cuyos objetos singulares puedan configurar, a su vez, un conjunto de partes u otras modalidades. El signo, conforme a ello, no representa únicamente cosas empíricas sino también cualidades, una ley, un acontecimiento o una acción.
II.
La inagotable taxonomía de los signos de Pierce se basa en la Faneroscopía, derivada de fanéron o la totalidad de lo que de algún modo, o en algún sentido, se hace presente en la mente, sin considerar si corresponde con algo real o irreal. Una primera clasificación de los signos o representamenes se divide, en correspondencia con las relaciones tríadicas de aquellos (de los signos con sí mismos, los objetos y los interpretantes) en tres tricotomías. La primera tricotomía se organiza en cuanto el representamen en sí mismo sea una cualidad, un existente real o una ley general. La segunda proviene de la relación con el objeto según posea el signo algún carácter en sí mismo, o cualquier vínculo existencial con el objeto, o alguna relación con el interpretante. La tercera resulta según éste se represente el signo como signo de posibilidad, de hecho, o de razón. Las tres tricotomías responden a las ramas de la semiótica de Peirce de acuerdo a relaciones tríadicas – correlatos – de posibilidades lógicas, hechos reales y leyes del pensamiento. El representamen es el primer correlato de una relación tríadica, el segundo se refiere al objeto, y el tercero al interpretante.
Observa Peirce que el primer correlato (el signo) conforma una mera posibilidad si uno de los tres restantes también lo es y no llega a ser una ley, a menos que todos lo sean. El tercero (respecto del interpretante) es una ley, siempre que alguno de los otros lo sea, y tampoco resulta una posibilidad, salvo que lo sean los tres. El segundo correlato (el objeto) es una existencia real, a condición que dos de los demás sean de la misma característica (posibilidades, existencias reales o leyes). En toda relación tríadica el primer correlato determina al tercero, y todas las relaciones tríadicas pueden dividirse conforme esa determinación (del signo sobre el interpretante) sea la de tener alguna cualidad, o cierta relación existencial con el segundo correlato (el objeto), o en estar en alguna relación de pensamiento. Atendiendo a los correlatos, los representamenes son divisibles en tres categorías: 1) según el signo en sí mismo sea una mera cualidad, un existente real o una ley general, 2) según que la relación con su objeto muestre que el signo posee algún carácter en sí mismo, en algún vínculo existencial con su objeto, o respecto del interpretante, 3) según este lo represente como un signo de posibilidad, o de hecho, o como un signo de razón.
De acuerdo con la primera, un representamen puede denominarse Cualisingo (cualidad que toma el lugar de un signo, una vez que se descubre que tiene una cualidad común con muchos objetos y que, de ese modo puede representarlos), Sinsigno (una cosa o evento realmente existente que se convierte en un signo a través de ciertas cualidades, por lo que contiene varios Cualisignos), y Legisigno (una ley convencional establecida por los hombres, un tipo general que significa por medio de una instancia de su aplicación, una réplica, por ejemplo el artículo "el" que aparece varios veces en una página escrita, es decir, un Sinsigno particular), el cual es cualquier signo convencional; pero no al revés. La progresión sígnica en esta categoría – un Sinsigno implica Cualisignos, mientras un Legisigno involucra a estos últimos – se da también en las restantes. En la segunda, que corresponde al correlato del objeto, un signo puede llamarse Icono (se refiere a la cosa debido a sus propiedades, exista o no lo que representa por similitud, ya sea a modo de cualidad, existente o ley, pero siempre comunicando una idea inmediatamente, como los llamados hipoiconos: una imagen, un diagrama o una metáfora), o Índice (por ejemplo una veleta, que denota el objeto en cuanto está afectado realmente por él en la medida que tiene alguna cualidad en común, por lo que contiene un Icono especial) o Símbolo, el cual se refiere al objeto general por medio de una ley, una asociación de ideas, un habito mental, una disposición natural del interpretante, de modo tal que funcionen como la causa de que se represente el símbolo como referido a dicho objeto, por lo que es un Legisigno y actúa a través de réplicas, así como debe contener un Índice y un Icono peculiares; su rasgo principal es no identificar la cosa referida, por ejemplo, la palabra “árbol” no dice de cuál árbol se trata.
En cuanto al tercer correlato o categoría, que corresponde con el interpretante, un signo puede llamarse Rema (signo de posibilidad cualitativa, es decir, se entiende que representa alguna clase de objeto posible), Dicisigno (para su interpretante, un representamen de existencia real que implica un Rema para describir la cosa o evento que se entiende él representa, por ejemplo una proposición) o Argumento (signo de ley, un silogismo por ejemplo, que debe implicar un Símbolo y Dicisignos). Según Peirce, se supone que un Rema representa a su objeto solamente por sus caracteres, un Dicisigno lo hace respecto de su existencia real, y un Argumento porque denota a su objeto como signo. El interpretante del Argumento lo representa como una instancia de una clase general de Argumentos que, como tal, se acepta que siempre tenderá a la verdad y, por esta razón, el Argumento insta a esta ley como modo de representación inherente a los Argumentos. En consecuencia, este representamen debe ser un Símbolo o un signo cuyo objeto lo compone una ley e incluye un Dicisigno (una proposición) como premisa y otra como conclusión, aunque esta solamente representa al interpretante.
III.
Las tres tricotomías dan como resultado, en los cálculos de Peirce, una nueva división en diez clases de signos, de las cuales se desprenden numerosas subdivisiones y progresiones. La primer clase incluye el Cualisigno (por ejemplo, una percepción de “verde”), que es cualquier cualidad en la medida que se pone como un signo, pero como una cualidad sólo puede denotar a un objeto porque posee alguna similitud con él, un Cualisigno supone necesariamente un Icono y también un Rema (signo de objeto posible), ya que una cualidad no es más que una mera posibilidad lógica. La segunda clase contiene un Sinsigno Icónico (un diagrama algebraico), en rigor cualquier objeto empírico en la medida que tiene alguna cualidad (por lo cual da lugar a un Cualisigno) que hace que determine la idea de un objeto y que, al ser un Icono, pueda representarse como un Rema. La tercera clase corresponde al Sinsigno Remático Indicial (un grito espontáneo), esto es, cualquier cosa o hecho de experiencia directa a condición que oriente la atención a un objeto por el cual es causado, de tal manera que supone un Sinsigno Icónico peculiar. La cuarta clase consiste en un Sinsigno Dicente (una veleta, una fotografía), un objeto empírico cualquiera siempre y cuando sea un signo que informe (aunque sólo fácticamente) sobre aquello que representa en cuanto se encuentra afectado por él; es decir, es un Índice y debe involucrar un Sinsigno Icónico para dar cuerpo a la información y un Sinsigno Remático Indicial para indicar el objeto al cual se refiere.
La quinta clase es un Legisigno Icónico (un diagrama) y designa una ley cualquiera que requiere, de cada una de sus instancias, una cualidad específica para evocar en la mente del interpretante la idea de un objeto parecido al que representa en tanto Icono y, por consiguiente, implica un Rema y, como Legisigno, réplicas de sí mismo, que serán Sinsignos Icónicos especiales. La sexta clase trata del Legisigno Remático Inicial (“¡Hola!”, por ejemplo), cualquier ley en la que cada una sus partes se encuentra afectada por su objeto, de manera que llama la atención sobre él (por ejemplo, un pronombre demostrativo), mientras sus réplicas son Sinsignos Remáticos Indiciales peculiares y el interpretante lo representa como un Sinsigno Icónico (y lo es en cierta pequeña medida). La séptima clase pertenece el Legisigno Dicente Indicial (“aquel”), una ley cualquiera cuyas instancias estén realmente afectadas por el objeto pero de manera tal que puede proveer de información sobre el mismo, con lo que involucra un Legisigno Icónico (para significar los datos), un Legisigno Remático Indicial (para indicar el objeto sobre el que informa) y Sinsignos Dicentes como réplicas.
La octava clase circunscribe un Símbolo Remático (un nombre común, por ejemplo), un representamen conectado con su objeto por una asociación de ideas generales de manera que mediante sus réplicas produce en la mente una imagen, la cual tiende a generar un concepto interpretante y a representar sus réplicas como signos del objeto, entendido éste como instancia de aquel; es un Legisigno y su réplica un Sinsigno Remático Indicial especial, dado que la imagen provocada en la mente actúa sobre un Símbolo que preexistente en ella para dar lugar al surgimiento de un concepto, si bien el interpretante puede representarlo con frecuencia como un Legisigno Icónico o un Legisigno Remático Indicial, ya que participa de ambos. La novena clase es un Símbolo Dicente (la proposición ordinaria), un signo conectado con su objeto a través de una asociación de ideas y que procede como un Símbolo Remático, pero su interpretante lo representa respecto de lo que significa como realmente afectado por el objeto, de modo tal que el hecho o ley que evoca debe estar efectivamente en conexión con la cosa misma, con la salvedad de que su interpretante lo considera un Legisigno Dicente Indicial (y lo es, en parte); forzosamente está compuesto de un Símbolo Remático (para su interpretante, un Legisigno Icónico) para expresar su información y de un Legisigno Remático Indicial para indicar el objeto de la misma, mientras su réplica es un Sinsigno Dicente peculiar. El Símbolo Dicente se divide en particular o universal, y en no-relativo y relativo. En el caso del particular, el interpretante refiere una existencia (“algún cisne es negro”), y el universal, en cambio, indica una ley real (“ningún cisne es negro”). El Símbolo Dicente no-relativo no concierne a la identidad de los objetos que representa (tomando cualquier universo de cosas, o no serán negros o no serán cisnes), mientras al relativo le corresponde la identidad de más de un objeto, es decir, clases.
Finalmente en esta clasificación, la décima clase contiene el Argumento, que es un representamen cuyo interpretante, por medio de una ley (por ejemplo: “el tránsito de las premisas a las conclusiones tiende a la verdad”), representa al objeto (uno general) como un signo ulterior en función de esa ley; consiste en un Símbolo y un Legisigno, y cada réplica suya es un signo Dicente. El interpretante considera siempre al Argumento como perteneciente a una clase general de Argumentos análogos que, en su conjunto, tendería a la verdad y ello de tres maneras (nueva tricotomía): por medio de Deducciones Necesarias o Probables, Inducciones – divididas en Argumento de Interjección, Verificación Experimental de una Predicción General o Argumento de una Muestra Aleatoria – y Abducciones, o sea, reglas para formar una predicción general sin ninguna seguridad de éxito. Una Deducción Necesaria es un método para producir Símbolos Dicentes mediante el estudio de un Diagrama (se subdivide en corolarial y teoremática), y una Probable (subdividida en deducciones estadísticas o probables) se define en que el interpretante la representa como relacionadas con tasas de frecuencia. La Inducción de Interjección niega que una clase general de sucesos ocurrirá alguna vez, por la razón de que nunca ha ocurrido antes; la Verificación Experimental de una Predicción General consiste en descubrir las condiciones de predicción y en concluir que será verificada con tanta frecuencia como experimentalmente se encuentre; el Argumento de una Muestra Aleatoria es un método para determinar qué proporción de los miembros de una clase finita poseen una cualidad predesignada, al menos virtualmente, por medio de la selección de ejemplares de esa clase, de tal manera que la relación encontrada para esa muestra a largo plazo se mantendrá.
IV.
En todo caso, para Peirce usualmente hay dos objetos y tres interpretantes. Por un lado, el objeto inmediato, que señala el objeto representado por el signo mismo, y el dinámico, que es la realidad que regula la forma de determinar el representamen a su representación. Por otra parte, también hay un interpretante inmediato, el cual se muestra en la correcta comprensión del significado del signo mismo; en segundo lugar otro dinámico creado por el efecto que el signo determina en la mente, y en tercer término el interpretante final que se refiere al modo en que el representamen se representa a sí mismo relacionado con su objeto. En última instancia, así como el objeto inmediato es el percepto (presencia en la conciencia que no supone un acto de conocimiento), el interpretante inmediato de todo pensamiento propio se resume en la conducta del sujeto. Empero la percepción inmediata o juicio perceptual, cuyo interpretante inmediato es el hecho, difiere del percepto, un signo que Peirce denomina Sema (por ejemplo, “S es P”), mientras a la percepción primitiva le da el nombre de Fema, un representamen equivalente a una oración gramatical (ya sea interrogativa, imperativa o asertiva), el cual hace de interpretante dinámico del percepto. Como tal, un Sema de un Universo Perceptual se pone tardíamente en el más alto grado de todo un complejo de perceptos (es decir, de Semas), determinando el objeto inmediato original de los mismos. Los interpretantes siguientes aportan nuevas Semas que provienen de diversas y sucesivas adiciones al universo perceptual hasta que, al final, se obtiene un Sema máximo entre todos los universos, el que se considera el objeto de toda proposición verdadera, y al cual (de manera engañosa, dice Peirce) se lo denomina “Verdad”.
Por lo tanto, un Grafo Existencial (en general, diagrama de puntos y líneas que se unen entre sí en algunos puntos), signo perteneciente a un sistema de diagramación de proposiciones esbozado por Peirce, es un Fema y una proposición. Un Argumento puede representarse por una serie de Grafos. La noción surge de una reformulación de las réplicas (los artículos, “el”, “los”) de los Legisignos, cuya forma significante Peirce denomina Tipo, mientras a un suceso que acontece solamente en una ocasión lo llama Señal. Este debe incorporarse al Tipo para que sea posible usarlo como un signo de sí y, por consiguiente, del objeto representado por él. La Señal del Tipo se considera como una Instancia del Tipo y, a su vez, el término Grafo se entiende en el sentido del Tipo (como la Señal, un Símbolo), en cuanto que realizarlo en un Grafo-Instancia exige marcar el Grafo (no la instancia). Por ejemplo, un mero espacio blanco en una página escrita es un Grafo-Instancia, y el “blanco”, como tal, un Grafo, y no puede abolirse en ninguna área en la cual ha sido marcado en la medida que esta exista.
Con todo, para Peirce, ningún conocimiento alcanza la precisión absoluta, ni signo o percepto alguno, y la indefinición se refiere tanto a la quidditas del objeto del representamen como respecto del interpretante. En su significación lógica, una mente es un Sema de Verdad cuyas determinaciones devienen interpretantes inmediatos de todos los demás signos, cuyos interpretantes dinámicos están conectados entre sí dinámicamente. En el diagrama de Peirce, el objeto que representa el Sema de Verdad deber ser contemplado desde otra perspectiva, como si esa cosa representada representara a la mente en calidad de Cuasi-Mente de todos los signos representados, porque todo conjunto sígnico que esté en conexión con su interpretante se constituye de extensiones de un signo, esto es, de una Cuasi-Mente. El pensamiento, según Peirce, no necesariamente tiene como sujeto a un cerebro, ya que aparece en todo el universo físico, y no puede haber signos sin pensamiento y a la inversa. Si los signos entretejidos entre sí forman una Cuasi-Mente y si, por lo tanto, no existe signo aislado, deben darse dos Cuasi-Mentes fusionadas en el representamen: un Cuasi-Emisor y un Cuasi-Interprete.
El sistema de signos de Peirce, cuyo defecto para su autor es que corre el riesgo de no representar todas las variedades de pensamiento no-humano, posiblemente tiene su punto de partida en las “categorías cenopitagóricas”, como las llama en una de las famosas cartas a Lady Welby. Estas categorías postulan que todas las ideas posibles caben en tres clases: Primeridad, Segundidad y Terceridad. La primera corresponde al modo de ser de aquello que es tal como es sin referencia a otra cosa, la segunda a una existencia que es tal como es con respecto a una segunda pero con exclusión de una tercera, y la tercera a un modo de ser tal como es al relacionar una segunda y una tercera cosa entre sí. Entiende Peirce que las “categorías cenopitagóricas” concuerdan con las tres categorías de cada una de las cuatro tríadas de la tabla categorial de Kant: 1. Unidad, pluralidad y totalidad (juicios de cantidad), 2. Realidad, negación y limitación (según la cualidad), 3. Sustancia, causa y comunidad (atendiendo a la relación), 4. Posibilidad, existencia y necesidad (conforme a la modalidad). En su forma genuina, la Terceridad es la relación tríadica entre un signo, un objeto y el pensamiento interpretador (en sí mismo, un signo), considerada esta relación como el modo de ser de un signo.
Bibliografía
Peirce, C. S., La ciencia de la semiótica. Nueva Visión, Buenos Aires 1986.